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Biblioteca Parroquia Santa Madre de Dios

TERCERA CLASE

POSTURAS EN LA SANTA MISA 

En la celebración de la Misa levantamos nuestros corazones, nuestras mentes y nuestras voces a Dios, pero somos criaturas compuestas tanto de cuerpo como de alma, y es por esto que nuestra oración no está confinada a nuestras mentes, a nuestros corazones y a nuestras voces, sino que también se expresa en nuestro cuerpo. Cuando nuestro cuerpo participa en nuestra oración, rezamos con toda nuestra persona, como espíritus personificados tal como Dios nos creó. Este compromiso de todo nuestro ser en oración nos ayuda a orar con una mejor atención.

 

Durante la Misa asumimos diferentes posturas corporales: nos ponemos de pie, nos ponemos de rodillas, nos sentamos y también somos invitados, a realizar una serie de gestos. Estas posturas y gestos corporales no son meramente ceremoniales. Tienen un significado profundo, así, cuando se realizan con comprensión, pueden realzar nuestra participación personal en la Misa. De hecho, estas acciones representan la manera en que comprometemos nuestro cuerpo en la oración, que es la Misa.

 

Cada postura corporal que asumimos en la Misa enfatiza y refuerza el significado de la acción en la que estamos participando en ese momento en nuestro culto.

 

Ponernos de pie es un signo de respeto y honor, así que nos ponemos de pie cuando el celebrante, en representación de Cristo, entra y sale de la asamblea.

 

Desde los inicios de la Iglesia, esta postura corporal ha sido interpretada como una postura de aquellas personas elevadas con Cristo y que están en la búsqueda de cosas superiores.

 

Cuando nos ponemos de pie para la oración, asumimos nuestra estatura completa ante Dios, no con orgullo, sino con una humilde gratitud por las cosas maravillosas que Dios ha hecho al crearnos y redimirnos. Por medio del Bautismo, se nos ha dado a compartir una parte de la vida de Dios y la posición de pie es un reconocimiento de este don maravilloso.

 

Nos ponemos de pie para escuchar el Evangelio, la cúspide de la revelación, las palabras y las escrituras del Señor

 

En los inicios de la Iglesia, la postura de rodillas simbolizaba la penitencia: ¡la consciencia del pecado nos derrumba!

La postura de rodillas estaba tan íntegramente identificada con la penitencia que a los antiguos cristianos se le prohibía arrodillarse los domingos y durante la Semana Santa, en que el espíritu prevalecedor de la liturgia era de gozo y acción de gracias.

 

Durante la Edad Media, la posición de rodillas significaba que un vasallo le rendía homenaje a su amo. Más recientemente, esta postura ha venido a significar adoración.

 

La posición sentada es para escuchar y meditar, de esta forma, la comunidad toma asiento durante las lecturas previas al Evangelio y puede, del mismo modo, sentarse durante el período de meditación que le sigue a la Comunión.

 

Los gestos también comprometen a nuestro cuerpo en la oración. Uno de los gestos más comunes es la Señal de la Cruz, con la que damos inicio a la Misa, y con la que, en la forma de una bendición, ésta concluye.

 

Ya que debido a Su muerte en la cruz, Cristo redimió a la humanidad, nos hacemos la señal de la cruz en nuestra frente, labios y corazones al inicio del Evangelio.

 

Sin embargo, existen otros gestos corporales que intensifican nuestra oración en la Misa. Durante el "Yo Confieso", la acción de golpear nuestro pecho en el momento de formular las palabras "por mi culpa" puede fortalecernos y hacernos más conscientes de que nuestro pecado es por nuestra culpa.

 

En el Credo, estamos invitados a hacer una venia en el momento de formular las palabras que conmemoran la Encarnación: "fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen y se hizo hombre".

 

Este gesto significa nuestro profundo respeto y gratitud a Cristo quien, por medio de Dios, no dudó ningún momento en venir entre nosotros como un ser humano y compartir nuestra condición humana para salvarnos del pecado y restablecer nuestra amistad con Dios. Esta gratitud se expresa aún con una mayor solemnidad durante la Fiesta de la Anunciación del Señor y en la Navidad, en que hacemos una venia cuando escuchamos estas palabras.

 

Nos ponemos de pie como familia de Dios, establecida como tal por el Espíritu de adopción. En la plenitud de ese mismo Espíritu, invocamos a Dios como Padre. Después del Padrenuestro viene el Saludo de la Paz, gesto mediante el cual expresamos por medio de un apretón de manos y el saludo de la paz que lo acompaña, que estamos en paz con nosotros mismos y que no guardamos enemistad.

 

Este intercambio es simbólico. Compartir la paz con las personas a nuestro alrededor representa para nosotros y para ellos la totalidad de la comunidad de la Iglesia y de toda la humanidad.

 

Por último, en la nueva Instrucción General, se nos pide que hagamos una señal de reverencia, a ser determinada por los obispos de cada país o región, antes de recibir de pie la Comunión Además de servir como un medio en la oración de los seres compuestos de cuerpo y alma, las posturas y los gestos corporales que hacemos en la Misa cumplen otra función muy importante. La Iglesia ve en estas posturas y gestos corporales comunes tanto un símbolo de unidad de aquellos que han venido a reunirse para rendir culto como un medio para afianzar dicha unidad.

 

No estamos libres de cambiar estas posturas de acuerdo a nuestra propia piedad, ya que la Iglesia deja bien claro que nuestra unidad en las posturas y gestos corporales son una expresión de nuestra participación en un Cuerpo formado por las personas bautizadas con Cristo, nuestra cabeza.

 

Cuando nos ponemos de pie, cuando nos arrodillamos, cuando nos sentamos, cuando hacemos una venia y lo mismo cuando hacemos una señal como una acción en común, atestiguamos sin ambigüedad que somos en verdad el Cuerpo de Cristo, unidos en el corazón, la mente y el espíritu.

 

Las indicaciones que siguen corresponden a la Ordenación del Misal Romano. Las letras indican la posición que deben asumir los fieles (P: parados; S: sentados; R: arrodillados)

1. RITOS INICIALES Entrada (P):

Mientras entra el sacerdote comienza el canto de entrada. El fin de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido y elevar sus pensamientos a la contemplación del misterio litúrgico o de la fiesta.

Saludo al altar y pueblo congregado (P)

Cuando llega, el sacerdote besa el altar. Terminando el canto de entrada, el sacerdote y la asamblea hacen la señal de la cruz . A continuación el sacerdote, por medio del saludo, manifiesta a la asamblea reunida la presencia del Señor.

Terminado el saludo, el sacerdote o el monitor puede hacer a los fieles una brevísima introducción sobre la misa del día.

Después el sacerdote invita al Acto penitencial, que se realiza cuando toda la comunidad hace su confesión general termina con la conclusión del sacerdote.

 Señor, ten piedad (P)

Después del acto penitencial, se empieza el "Señor, ten piedad", a no ser que éste haya formado ya parte del mismo acto penitencial. Si no se canta el "Señor, ten piedad", al menos se recita.

 Gloria (P)

Este es un antiquísimo y venerable himno con que la iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al Cordero, y le presenta sus súplicas. Si no se canta, al menos lo han de recitar todos, o juntos o alternadamente.

 Oración colecta (P)

El sacerdote invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en silencio. Luego, el sacerdote lee la oración que expresa la índole de la celebración; el pueblo la hace suya diciendo amen.

2. LITURGIA DE LA PALABRA 

La Eucaristía es sacramento de toda la vida de Jesús. Mediante las Lecturas bíblicas nos acercamos a ella: su preparación (1º Lectura: Antiguo Testamento), desarrollo (Evangelio) y consecuencias (2º Lectura: Nuevo Testamento). Formando parte de la misma Liturgia de la Palabra tenemos los Cantos interleccionales

 

Después de la 1º Lectura (S), sigue un Salmo Responsorial (S), que se toma del Leccionario. El salmista o cantor del salmo, desde el ambón o desde otro sitio oportuno, proclama las estrofas del salmo, mientras toda asamblea escucha è y además participa con su respuesta. A la 2º Lectura (S)sigue el Aleluya(P) u otro canto según las exigencias del tiempo litúrgico y después viene la lectura del Evangelio (P)

 Homilía (S)

Conviene que sea una explicación de las Lecturas, o de otro texto del Ordinario, o del Propio de la Misa del día, teniendo siempre el misterio que se celebra y las particulares necesidades de los oyentes.

 Profesión de fe (P)

Con el Símbolo o Credo el Pueblo da su asentamiento y respuesta a la Palabra de Dios proclamada en las Lecturas y en Homilía, y trae su memoria, antes de empezar la celebración eucarística, la norma de su fe.

 Oración universal (P)

En la oración universal u oración de los fieles, el Pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres(Papa, Iglesia, Estado, necesidades....).La asamblea expresa su súplica o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con una oración en silencio.

3. LITURGIA EUCARÍSTICA Preparación de los dones (S)

Al comienzo de la Liturgia eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en el cuerpo y en la Sangre de Cristo: es de alabar que el pan y el vino lo presenten los mismos fieles. Acompaña a esta procesión el canto del ofertorio, que se alarga por los menos hasta que los dones han sido colocados sobre el altar.

 Plegaria eucarística (P)

Este el centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

Los principales elementos de que consta la Plegaría eucarística pueden distinguirse de esta manera:

 

a)       Acción de gracias (que se expresa sobre todo en el Prefacio).

b)       Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita las alabanzas a Dios.

c)       Epíclesis (R): con ella la Iglesia, por medio de determinadas invocaciones, implora el poder divino para que los dones que han presentado los hombres queden consagradas, es decir, se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes la reciban.

d)       Narración de la institución y consagración (R): en ella, con las palabras y gestos de Cristo, se realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena.

e)       Anámnesis (P): con ella la Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, recordando principalmente su bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

f)        Oblación(P): la asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los participantes.

g)       Intercesiones (P): con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.

h)       Doxología final (P): en ella se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del pueblo.

 

Rito de la comunión

Ya que la celebración eucarística es un convite pascual, conviene que, según el encargo del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos por los fieles, debidamente dispuestos, como alimento espiritual.

 

a)       La oración dominical (P): se pide el pan de cada día, con lo que también se alude, para los cristianos, el pan eucarístico, y se implora el perdón de los pecados. El embolismo, que desarrolla la última petición, pide para todos los fieles la liberación del poder del mal.

b)       El rito de la paz (P): con que los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.

c)       El gesto de la fracción del pan(P): realizado por Cristo en la última Cena, en los tiempos apostólicos fue el sirvió para denominar la integra acción eucarística. Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d)       Inmixión o mezcla (P): el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en le cáliz [originariamente era un trozo del pan consagrado en otra comunidad el domingo anterior: signo de comunión entre las diversas comunidades cristianas]

e)       Mientras se hace la fracción del pan y la Inmixión, los cantores o un cantor cantan el Cordero de Dios: Esta invocación puede repetirse cuantas veces sea necesario para acompañar la fracción del pan. La última vez se acompañará con las palabras danos la paz.

f)        Preparación privada del sacerdote.

g)       Luego, el Sacerdote muestra a los fieles el pan eucarístico.

h)       Es muy de desear que los fieles participen del Cuerpo del Señor con pan consagrado en esa misma Misa. Comulgar es la mejor forma de participar del sacrificio que se celebra.

i)         Mientras el sacerdote y los fieles reciben el Sacramento tiene lugar el canto de comunión, canto que debe expresar, por la unión de voces, la unión espiritual de quienes comulgan, demostrar, al mismo tiempo, la alegría del corazón y hacer más fraternal la procesión de los que van avanzando para recibir el Cuerpo de Cristo. Si no hay canto, se reza la antífona propuesta por la Misal.

j)         Terminada la distribución de la comunión, el sacerdote y los fieles, si juzgan oportuno, pueden orar un rato recogidos. Si se prefiere, puede también cantar toda la asamblea un himno, un salmo o algún otro canto de alabanza.

k)       En la oración después de la comunión, el sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación "Amén."

 4. RITO DE CONCLUSIÓN (P) 

El rito final consta de saludo y bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

 

La Proclamación de la Palabra de Dios es Misión Divina y Misión Humana

 

Jesús en su último mandato se dirigió no solamente a los Sacerdotes y diáconos, sino también a nosotros los laicos, que tenemos también el legítimo derecho de proclamar la Palabra de Dios.

Cuando hablamos de proclamar la Palabra de Dios, estamos hablando de comunicar lo que Dios quiere decir a su pueblo, de lo que el Señor, creador y Padre de todos, quiere poner en la mente y el corazón de los que lo escuchan, siempre con la finalidad de que esa Palabra produzca frutos de vida eterna.

La comunicación es un arte a través del cual podemos llevar mensajes a los demás. Pero para que ese mensaje que queremos transmitir llegue, a los que nos oyen en una forma clara y precisa, es necesario que usemos los términos correctos.

 

A veces, no le damos gran importancia a las palabras que vamos a usar, porque en el común hablar nos entendemos. Sin embargo, así no debe ser, porque los vocablos tienen significados diferentes. Los cristianos católicos muchas veces confundimos la expresión "Decir la Misa" con "Celebrar la Misa", y usamos tanto una como la otra para significar lo mismo.

 

En realidad "Decir la Misa" no es lo mismo que "Celebrar la Misa", porque "Decir La Misa significa tomar un libro y leer lo que dice, pero "Celebrar la Misa" es algo más. Celebrar la Misa significa fiesta, alegría, participación, Celebrar el Sacrificio de Acción de Gracia al Señor. Por eso, no es adecuado preguntar "¿Quien va a decir la Misa?"; lo correcto será decir "¿Quien va a Celebrar La Santa Misa?"

 

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