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Biblioteca Parroquia Santa Madre de Dios

La nueva "Cuestión Social" a la luz de la D.S.I.

Por Juan Carlos Scannone S.I.

 

A los 110 años de Rerum Novarum (1891), encíclica centrada en la "cuestión obrera" -sobre todo en el nivel nacional-, hoy se habla de una nueva cuestión social . Pues tanto Ecclesia in America como otros numerosos documentos sociales de la Iglesia se enfrentan con un nuevo fenómeno: la globalización . Sin embargo debemos recordar que, ya con Juan XXIII, "después de la segunda guerra mundial...la 'cuestión social' restringida inicialmente a la clase obrera, sufrió un proceso de universalización que implicó... a la misma sociedad internacional, en la que afloraba cada vez más el drama del Tercer Mundo" .

  En el presente aporte señalaré ciertos rasgos que caracterizan a dicha "nueva cuestión social", tratando de contraponerlos con la problemática anterior. Así mismo sugeriré algunos cambios que se perfilan después de los atentados terroristas de Nueva York y Washington, aunque todavía las nuevas tendencias no están claras.

1) Ya el marco global no es más el conflicto ideológico entre capitalismo liberal y colectivismo marxista, sino el que se da entre la globalización enfocada según la ideología neoliberal y posibles formas alternativas de globalización . Éstas todavía no llegan a conformar un nuevo paradigma, pero responden a la utopía formulada por Juan Pablo II, de una "globalización de la solidaridad" , sin exclusiones.

Sin embargo no sólo se ha dado la globalización de la economía, las finanzas, los estilos culturales, etc., sino también la de los problemas ecológicos y climáticos, el narcotráfico, el terrorismo, etc. De ahí que los acontecimientos del 11 de setiembre pasado parecen señalar un hito histórico que, probablemente, ayude a poner en cuestión -para un mayor bien o un mal peor- una concepción puramente neoliberal y economicista de la globalización. Pues aparece cada vez más claro que los mercados solos no pueden regular toda la vida social (interna e internacional) globalizada: necesitan de la política y los Estados, que deberían rescatar la búsqueda del bien común, ahora global.

2) Ya no rige solamente la contradicción clásica: explotación-opresión/liberación, sino que ella se agrava por otra que a veces resulta peor: exclusión/inclusión, uno de cuyos mayores síntomas es el desempleo estructural. Se trata, empero, no sólo de exclusión social y económica (con el agravante de que se da en una economía de mercado), sino también de participación política (en regímenes formalmente democráticos) y cultural (en una sociedad del conocimiento y la información). Aun más, se excluyen no sólo clases sociales enteras, sino países y aun Continentes. De ahí que la opción preferencial por los pobres implique hoy también una opción por los excluidos.

Una consecuencia de los atentados del 11 de setiembre es que ante ellos se están dando dos reacciones: a) la de los que buscan una respuesta global principalmente militar, con el peligro de crear una espiral de violencia (Bush y algunos de sus consejeros); b) la de quienes tratan de limitar dicha respuesta y, al mismo tiempo, apuntan a ir eliminando el caldo de cultivo del terrorismo, a saber, la injusticia y la pobreza estructural en el nivel global, en especial, en el Tercer mundo (algunos líderes, sobre todo europeos) . Ambos enfoques convergen en dar una nueva importancia a la política frente a problemas que superan las relaciones de mercado.

 3) Hoy se añade a la oposición tradicional capital-trabajo, la que se da entre finanzas y producción, es decir, entre economía virtual-economía real. Pues frecuentemente los intereses de los trabajadores coinciden con los del empresariado productivo. 

Por lo tanto, inspirándonos en Laborem Exercens , pero aplicando sus principios a la nueva cuestión social, hay que afirmar no sólo la prioridad del trabajo sobre el capital, sino también la de la producción sobre las finanzas, y que el único sentido y legitimación de éstas radica en estar al servicio de la economía real y del trabajo.

Entre los factores que agravan esa nueva contradicción se encuentran la total desregulación de las finanzas, el secreto bancario casi absoluto y los paraísos fiscales. Todos ellos pueden ser hoy más fácilmente puestos en cuestión, después de setiembre, al menos en cuanto se trata de controlar también -aunque no solamente- el financiamiento del terrorismo internacional.

4) Seguimos moviéndonos todavía en el economismo criticado por Juan Pablo II , que subordina la política a la economía y la pone al servicio de los intereses económicos, desprestigiándola. 

Sin embargo, el acontecimiento del World Trade Center está mostrando lo imprescindible de la política para afrontar problemas acuciantes de la globalización, a los que no pueden responder los mercados, como son los causados por el terrorismo globalizado. Así es como, por ejemplo, se vio la importancia de la política y diplomacia internacionales para lograr el apoyo contra el terrorismo, de países árabes y/o mayoritariamente musulmanes, de Rusia, China, etc. Así mismo en Estados Unidos se postergaron planteos económicos para dar prioridad a otros, políticos, de seguridad y/o militares, que implican muy elevados gastos por parte del Estado, etc. Es decir, que por razones diversas a las de la justicia económica, sin embargo, se cuestiona de hecho la regulación de la vida social por los mercados autorregulados.

Sin embargo, debe prevenirse una eventual militarización de los Estados, pues según el pensamiento social cristiano no sólo sigue vigente el Estado social de derecho, sino que habría que llevar sus beneficios al nivel global. De eso hablaré en el siguiente párrafo.

5) En los últimos lustros, en lugar de un Estado árbitro entre capital y trabajo, según el modelo anterior, nos enfrentamos a la crisis del Estado-nación moderno. Ella se da por arriba: ante lo macro-regional y lo global; y por abajo, ante lo micro-regional y lo local, de modo que llega a hablarse de glocalización, reconociendo a la localización como la otra cara de la globalización . 

Así es como hoy se dan, por abajo, la incentivación de la gestión y participación locales. Y, por arriba, la conformación de comunidades de naciones, como son la Unión Europea o las del Mercosur y de América del Sur (comunidad que no debe reducirse a una mera zona de libre comercio o a un mercado común, sino que debería ser también política y cultural). Entonces, se presenta a nuestros países sudamericanos la cuestión acuciante: ¿ALCA o Mercosur? o, acaso, ¿al ALCA por el Mercosur? 

Sin embargo, la crisis del Estado-nación no involucra al Estado en cuanto tal, sino a su comprensión moderna, en especial, con respecto a la soberanía. Por una parte, dicha crisis se acentúa a partir de la lucha contra un terrorismo que está globalizado; pero -por otra parte- esa lucha implica una mayor participación activa de los Estados. 

Pues, a pesar de todo, quedan espacios suficientes para la búsqueda del bien común nacional y -desde allí- internacional, la de nuevos pactos sociales  y la irrenunciable función social del Estado. De ahí la necesidad de una redefinición de las funciones de éste dentro del nuevo marco global, conforme a las enseñanzas tradicionales de la Iglesia sobre el bien común. 

Además -como acabo de insinuarlo-, después de los atentados terroristas, se vuelve a valorizar la función de los Estados tanto para la prevención y lucha contra ese tipo de hechos como para la seguridad pública local, nacional e internacional.

Aún más, según la doctrina de la Iglesia , es deseable una globalización de la instancia política que trate -por medio de instituciones adecuadas- de orientar, "gobernar" y regular la globalización financiera y económica de acuerdo al bien común internacional. Así como el pensamiento social cristiano inspiró en su momento la creación -en varias naciones de Europa- de una "economía social de mercado", hoy debería también inspirar una ampliación de la misma en un nivel mundial, para lo que se hacen imprescindibles las instituciones políticas y jurídicas "globales" arriba insinuadas.

Éstas se hacen aún más necesarias y urgentes después de los hechos de septiembre, a fin de que la justicia y la paz mundiales no se dejen al arbitrio de sólo una nación y su gobierno -aunque ella sea la más poderosa de la tierra-, sino que sean de la competencia de una instancia superior a los Estados-nación, a saber, autoridades (con poder eficaz) y tribunales supranacionales. 

De ahí que, al Estado nacional de derecho deba sumarse hoy una "instancia política global de derecho", sobre todo ante el peligro de que vuelva a crearse una "ideología de la seguridad", no sólo nacional sino internacional. Podría tratarse de una versión actualizada del "derecho de gentes", a cuya formación contribuyó fuertemente en su momento el pensamiento social cristiano, por ejemplo, de la escuela española.

6) Además, la nueva cuestión social no sólo contempla la relación Estado-mercado en contraposición al liberalismo y al socialismo de Estado, sino que tiene especialmente en cuenta la nueva emergencia de la sociedad civil como distinta tanto del Estado como del mercado . 

Entre los fenómenos que la caracterizan se enumeran: los nuevos movimientos sociales, el voluntariado, las ONGs, el Tercer sector, la formación de redes -aun internacionales- de solidaridad, etc. De ahí que se estén conformando hoy nuevos espacios públicos (no estatales), nuevos agentes sociales y un "nuevo modo de hacer política" (no partidista), en búsqueda de intereses no meramente sectoriales sino "universalizables". 

La metáfora vigente ya no es la pirámide (que subordina) sino la red, que coordina flexiblemente, respetando las autonomías de cada organización, pero reuniendo sus fuerzas. Así se ponen en práctica -muchas veces sin saberlo- dos principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia: los de subsidiaridad y solidaridad . Y se completa lo dicho por ella sobre la subjetividad del trabajo  con la afirmación de la subjetividad de la sociedad civil. Pues ésta no debe reducirse a gerenciar, sino que ha de participar en las decisiones que afectan al bien común. 

Una tarea es la de encontrar modos institucionales de hacer políticamente efectiva esa participación, así como también el control de la sociedad civil y la política sobre la económica. Además, la sociedad política, sin la civil, tiene el peligro de no representarla a ésta; pero ésta, sin la sociedad política, no puede obrar eficazmente el bien común.

En el Brasil uno de esos nuevos movimientos sociales es el de los "sin tierra". Últimamente en la Argentina se están dando movimientos "antiajuste" desde la sociedad civil, partiendo tanto de los sectores más vulnerables ante los ajustes -como son los empleados públicos, los jubilados, vastos espectros de la clase media, etc.- como -entre los más pobres y los desempleados- el de los "piqueteros" que protestan sobre todo cortando rutas, los cuales se están coordinando entre sí y buscando aliados. De ese modo, por un lado, se "politiza" la problematización del modelo económico vigente y, por otro lado, movimientos que nacieron circunstanciales y locales, se nacionalizan y aun regionalizan. 

El pensamiento social cristiano puede ayudar a iluminar, discernir y orientar la acción de esos movimientos de protesta y resistencia social y cultural, así como -en general- del movimiento internacional "antiglobalización" (o, mejor, de "globalización alternativa") por ejemplo, el Foro de Porto Alegre. Pues se trata de nuevos agentes sociales relacionados con la nueva cuestión social, en diferencia y relación con movimientos anteriores, como el sindical, de los cuales la Iglesia se preocupó siempre desde el principio. 

Algo similar puede decirse de los distintos grupos de estudio y reflexión que actualmente están en búsqueda de respuestas alternativas a la neoliberal, y que pueden ser eficazmente iluminados desde la doctrina social.

Así como -según se dijo- se necesita institucionalizar una instancia política global, también es necesario buscar caminos de institucionalización del control que la sociedad civil internacional y su opinión pública deben tener tanto sobre la economía como sobre la mencionada instancia política globales, en interacción entre las tres dimensiones, aun en el nivel mundial. Hoy ello es todavía más urgente, por el peligro de que, bajo el manto de la lucha antiterrorista, se restrinjan o conculquen los derechos humanos (civiles, políticos, sociales, culturales, de información, etc.), sea en los países que la llevan adelante, sea en aquellos a los que se acusa de proteger las actividades subversivas.

7) Ya desde la Constitución Pastoral Gaudium et Spes , del Concilio Vaticano II, la doctrina social se preocupó por la cultura y las culturas del hombre. Pero hoy la globalización implica el peligro de homogeneización cultural, no en último lugar, debido a los medios de comunicación social .

De ahí que Juan Pablo II reafirme, junto al principio del "valor inalienable de la persona humana", y como inseparable de éste, un "segundo principio": el del "valor de las culturas humanas, que ningún poder externo tiene el derecho de menospreciar y menos aún de destruir". Pues "la globalización -añade el Papa- no debe ser un nuevo tipo de colonialismo. Debe respetar la diversidad de las culturas que, en el ámbito de la armonía universal de los pueblos, son las claves de interpretación de la vida. En particular, no tiene que despojar a los pobres de lo que es más valioso para ellos, incluidas sus creencias y prácticas religiosas" . Aún más, a dicha homogeneización la Iglesia opone "una cultura globalizada de la solidaridad" .

Por otro lado, debemos recordar lo dicho más arriba, que muchos de los nuevos movimientos sociales y su "nuevo modo de hacer política" implican no sólo una resistencia social, sino también una resistencia y cambio culturales.

La dimensión cultural y -dentro de ésta- la religiosa se hicieron todavía más imprescindibles después de los atentados de setiembre, a fin de que el diálogo intercultural e interreligioso prevenga un eventual "choque de civilizaciones" (Huntington), Vg. con el Islam, y ayude a fomentar la búsqueda conjunta del bien común internacional. Dichos diálogos -en el nivel de una sociedad civil que influya en la sociedad política- se hacen también necesarios para la creación, el fomento y la preservación de la democracia, ante el riesgo actual -ya mencionado- de cercenar los derechos humanos por razones de seguridad.

Por último, según lo cité más arriba, Ecclesia in America (Nº 20) se refiere al tremendo influjo de los medios masivos de comunicación social en lo cultural y la transmisión de una escala de valores; y lo mismo podría decirse de su capacidad de crear opinión pública e imponer una agenda pública de problemáticas. Pues bien, no debemos olvidar que frecuentemente son instrumento de los poderes e intereses económicos e ideológicos, cuyos enfoques e intenciones no pocas veces se contraponen a la enseñanza social y moral de la Iglesia. Por ello se hace cada vez más urgente tanto su adecuada evangelización como la educación de los fieles en una actitud de discernimiento crítico ante ellos.

8) La última característica que deseo indicar ya fue enunciada por Pablo VI en la carta Octogesima Adveniens , y sigue aún vigente. No se trata sólo de conocer y, luego, de aplicar los principios, criterios y directivas de la enseñanza social de la Iglesia, sino sobre todo de discernir a su luz las distintas situaciones históricas, para ir reelaborándolos y elaborando otros nuevos, en un proceso caracterizado por la "continuidad" y la "renovación" . De ese modo será posible decidir opciones concretas, tanto en diálogo con todos los hombres de buena voluntad de una determinada sociedad, como en diálogo interdisciplinar con las ciencias sociales . Pues estas ciencias y -en general- las ciencias humanas, se hacen imprescindibles para que el enfoque teológico, antropológico y ético de la Iglesia no quede en el aire, sino que se medie a través de un análisis y diagnóstico acertados de la realidad social. Pues son necesarios para orientar la acción concreta y acompañar alternativas viables, así como para prevenir los riesgos que puede correr la pastoral social de la Iglesia, v.g. solamente sirviendo como "muro de contención", funcional al sistema. 

Aún más, en el ámbito propiamente teológico-moral no se ha reflexionado ni predicado todavía suficientemente sobre pecados sociales como son, por ejemplo, la evasión de impuestos o la concentración excesiva de una riqueza insolidaria, etc. 

Por otro lado, la doctrina de la Iglesia sobre los derechos humanos, la democracia, la paz y la justicia internacionales cobran hoy una renovada actualidad tanto ante los hechos terroristas como ante las reacciones de miedo y violencia que provocan. Claro está que dicha enseñanza ha de ser actualizada en el nuevo contexto global, y teniendo en cuenta los nuevos acontecimientos que, por un lado, ponen en mayor peligro la paz y la justicia y, por otro, suscitan nuevos cuestionamientos (por ejemplo, al neoliberalismo) y nuevos caminos alternativos para ir lográndolas en el nivel mundial. 

Por ello es necesaria una especie de teología de la situación y acción históricas, que a la luz del Evangelio, y con la ayuda de la filosofía y las ciencias, discierna dichas situación y acción, teniendo en cuenta la tradición viviente de la enseñanza social de la Iglesia.

Tales son, según mi parecer, ocho de los caracteres que definen descriptivamente la así llamada "nueva cuestión social".

 

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